LO INCONFESABLE.

No hay comentarios

Qué desidia y tristeza honda resuena, sin pretenderlo, en el interior de una mente ya cansada. Extenuada de reflotar siempre para no habitar lo abisal, a lo largo de un tiempo que se antoja eterno, aunque el consuelo y el pavor simultáneos son que lo temporal es, para lo humano, siempre principio y fin. Como bien se lamentó Teresa de Ávila “muero, porque no muero”, en consecuencia, diríamos alejándonos de lo poético y aferrándonos a la lógica: estoy muerta.

Sin embargo, si así fuese, no me hallaría en este acto de catarsis por el cual deseo lograr algo de paz. La reformulación del clamor teresiano debería consistir en evidenciar la paradoja humana: deseamos no sufrir y para ello estamos dispuestos a morir, pero el mismo morir nos genera una angustia que nos lleva a retroceder en nuestro impulso hacia Thanatos, para posteriormente regresar a él, en un baile fúnebre y escabroso que se convierte en nuestro mayor dolor.

Querer o no querer, diría con la osadía de corregir al maestro Shakespeare, porque el nudo de la tragedia humana no está en ser o no ser, lo cual en su origen no depende de nosotros y en su final, no ser, nos situamos nuevamente en el querer no ser para no padecer.

No ser exige una decisión, y previamente un querer; pero no un querer la nada óntica, sino desmenuzarnos y desgranarnos hasta desaparecer y no ser en absoluto, ni tan siquiera nada. Ya que no ser ahora nada, tal vez evoque que fuimos, y no querer es que no quede rastro alguno. No sea que el recuerdo de otros nos mantenga relativamente presentes.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s