La duda sobre la veracidad de la interpretación-ideas o relatos- que elaboramos sobre el acontecer se aplica indiscriminadamente. Si no fuera así, el método escéptico de depuración sería inútil porque al no filtrar con el mismo tamiz todo pensamiento, el grado de certeza sería inconmensurable, y no toda idea estaría sustentada con el mismo rigor.
Si al escribir, el poeta, el filósofo, el literato,… zanjaran toda distinción entre su yo escribiente y su yo biográfico, o tal vez diríamos existencial, nada, de los vertido desde esa mente única, sería de interés. Hay quien confunde y reduce el primer nivel al segundo, fusionando lo escrito con el escritor. Por otro lado
Si casi se deja de existir, para los otros, entre indiferencias silenciosas, se es, por supuesto, pero no apáticamente, el mismo. Se sostiene la identidad que distingue de lo no-yo, eso tan propio que los otros han ignorado como alteridad que exige ser mirada; ahora se padece melancolía y decaimiento, sin entender esa dinámica arbitraria
En el sótano se alojan esas ausencias cuya auténtica veracidad desconocemos, pero que necesitamos retirar mientras la niebla se desvanece. Vuelven a palpar con ahínco, ese no-ser reiterado y constante que forma ya una continuidad de individuos, el hondo surco cavado por el sentimiento de impotencia e incapacidad para conservar internamente presencia alguna. Así, nunca
La ignorancia existencial, jadeada en una fiesta friki, no es más que la irónica sumisión a la insignificancia. Un modo de expresar un poderío falaz sobre la esclavitud que deviene del no saber, del no entender, del no poder, aunque se quiera, dar sentido a este festejo de zombis. Esos muertos vivientes que vagan sin
Tras unas largas vacaciones, término al que damos uso los privilegiados que dividimos el tiempo en trabajo y ocio, estoy en disposición de reiniciar la tarea de culebrear este espacio con los espasmos inteligentes y emocionales que la vida me genera. De hecho, he intentado iniciar una etapa algo distinta con una nueva configuración del