La deliberación moral nos pone siempre al límite de nosotros mismos, en la medida en que nos obliga a afrontar decisiones controvertidas y que –queramos o no- nos devuelve siempre nuestro rostro en el espejo. No pensemos “grandes” decisiones morales, en el sentido de que sus consecuencias puedan dar un giro sustancial al devenir. Sino