Desde el momento en el que mencionamos el abismo alguna noción acude a nuestra mente: imprecisa, opaca, espesa, pero siempre como algo en lo que nos precipitamos, sin poder ni tan solo atisbar si hay fondo, y como sería en caso de que lo hubiese. Es la caída por excelencia de los que ya no
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Una habitación, un simulacro de cocina-comedor y un aseo. El silencio deambulando sigiloso, para no desdecirse. Una atmósfera densa y cargada por falta de ventilación, con multitud de ínfimas partículas invisibles hacinadas. Unas cortinas añosas y mugrientas cuya presencia se hace cargante opacando todo haz de luz. Una techumbre ocre, alzada con racanería, y unas
Cuando la desesperación se apodera del negruzco horizonte, se asenderea el abismo que no es vía alguna transitable, sino la inmaterialidad incomprensible que se revela como el vacío más punzante. Ubicados en ese casi letal laberinto mental no nos queda más que entregarnos a la abisal realidad o lograr amortiguar con lenitivos y engaños ese
Nos hallamos enredados en una telaraña de confusión en la que la memoria sesga los hilos que podrían dar sentido y posibilidad de hilvanar algún relato. Miedos, desconfianzas, un agudo aguijón que envenena toda la amalgama de emociones, como si éstas hubieran sido generadas desde la falsedad de todo cuanto creemos que nos es ajeno

