Hay edades que se hallan inmersas en la incertidumbre de un final precipitado. Siendo realistas, nuestra contingencia nos puede azotar con la guadaña en el instante menos esperado, aunque las estadísticas parecen corroborar – ¡bendita ciencia del número que todo lo clarifica! – que hay tiempos más proclives para las despedidas. Esos tiempos poseen un
Etiqueta: Edad
Quizás tras tanta edad bregada y germinada a forcejeos, uno se siente capaz de vivir, a pesar de la vida misma. Se aferra a su propia convicción y regatea obstáculos, malas praxis y prevalece, como nunca, una fuerza nítida en el interior, saneando la existencia con un aroma propio, un ser singularizado y autoconquistado.
La edad no es más que una medida humana, y por ello relativa, con la que nos comparamos y nos situamos en el supuesto tiempo de la vida. Mi tesis es que, una vez nacidos, la edad debe equipararse a la experiencia y en consecuencia los años que uno celebra, cada aniversario de su nacimiento,
Sumamos años, cuando la adición es de ciclos reiterados que nos remiten al eterno retorno de lo mismo y único sustancialmente: la vida centrifugándose a fuerza de llanto y alegría. Al término del sumatorio cada cual con su cosecha, y todos en el lugar común de la mortalidad.
