Mientras se desplaza suave y sigilosamente un oceánico silencio, yacemos sujetos a la exposición de lo siempre cautelosamente negado, por pudor, por inconsciencia o cobardía; sean cuales sean las causes de esta ausencia de lo genuino y propio -aunque quizás no apropiado- de esta mengua anuladora, necesitamos remojarnos en las aguas infinitas de ese mar