Mientras nos deslizamos por un terreno resbaladizo, somos arramblados sin gesto ni voluntad. Porque, allí donde es la superficie la que nos arrastra, devenimos marionetas sin halo ni capacidad. Apremia, en consecuencia, una eclosión de lo que denominamos sujeto: ente con voluntad propia que decide, actúa y se desembaraza de las ondulaciones del ámbito externo