Mientras nos deslizamos por un terreno resbaladizo, somos arramblados sin gesto ni voluntad. Porque, allí donde es la superficie la que nos arrastra, devenimos marionetas sin halo ni capacidad.
Apremia, en consecuencia, una eclosión de lo que denominamos sujeto: ente con voluntad propia que decide, actúa y se desembaraza de las ondulaciones del ámbito externo y ajeno.
Concienciados de esa identidad, ni la superficie se aplana ni se nivelan los terraplenes; mas la reapropiación de nuestro yo nos faculta para oscilar como danzarines avezados que, con suma destreza y habilidad, sortean los badenes de esa vida fluctuante y fortuita con la que debemos bailar.
La máxima sería navega, danza; porque no hay línea recta y plana por la que transitar reposados. Saber por dónde nos contorneamos eleva la elegancia de los guiños vitales, hasta atinar con ese justo punto en el que no habiendo perfección –ya que no se da tal excepción- recabamos un bienestar suficiente para querer seguir existiendo.
Como clamó Zaratustra: «Lo más inaceptable en ti es que tienes el poder y te opones a dominar».
Tampoco es tanto el poder del que tú o yo como sujetos e individualidades disponemos, lo mismo a recordarles a todos los demás, tanto lso que nos leen como los que no lo hagan.
Ya ha sido un gran paso reconocerlo que tenemos una cuota dada, cada cual la suya. El poder humano es algo multirepartido en tantas potencias como seres contables hay. Establecido eso como premisa queda el gran interrogante de para qué nos sirve ese poder si de facto no estamos viviendo las vidas plenas a las que supusimos tener derecho y para las que consultamos teorías y aprendimos guiones para hacerlo. El poder nunca es tal mientras no se ejerce, del mismo modo que la genialidad queda encerrado en la discreción del desconocimiento mientras no se transforma en hallazgo de uso general.
Por un lado las genios por oro los usufructuarios en la reserva que no se valen de sus genialidades, simplemente porque no se las reconocen o estas no salen a la luz publica. Entretanto, en la jungla de las palabras y desde la factoría de los conceptos vamos colocando en grado de tentativa propuestas en las listas de espera y filas indias formadas camino de lso escenarios.
Tenemos un poder, sí, y mucho mas si reunimos en una suma impresionante el poder de todos, el de cada uno de nosotros. Lo que no tenemos es la decision de convertilo en una fuerza impositiva para cambiar drásticamente las cosas. Esa oposición a dominar se contradice en Nietzsche con la tesis de la voluntad de ser. ¿Puedo ser sin impedir, a la fuerza, que un otro dominante me impida serlo? Con esta interrogación no resuelta vamos viviendo nuestras vidas hasta donde nos dejan vivirlas y hasta donde nos permitimos ser nosotros mismos. ¿Hasta donde puedo ser yo mismo, hasta donde puedes ser tu misma sin romper con los bloques, barreras e impedimentos impuestos por los demás? ¿Hasta donde puedo desplegar todo mi poder sin rebelarme contra el poder ajeno que me niega mi libertad de ser?
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Estoy de acuerdo con lo que dices pero no es opuessto a lo que expongo. Fíjate que menciono que la superrficie -el entorno- no es plana; esas son las limitaciones o imposciones que vienen desde fuera. Por eso el fragmento, quizás mal resuelto, pretende ser una llamada a abandonar la pasividad y a desarrollar las capacidades o fortalezas que tengamos, aunque obviamente estas son limitadas. La frase final de Nietzsche es una «denuncia» de lo que perdemos cuando pudiendo hacer,no hacemos. En el contexto en el que la he utilizado, al menos. Gracias por leerme y comentar!!!!
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Sencillamente espectacular!
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Gracias, Javi!!!!
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