Si un corazón acorazado, por una fácil y errada opción en la vida, se cree con derechos pero falto de deberes ajenos, no solo por miedo a decidir sometió y perdió el tacto de su palpitar, sino toda capacidad de conexión y empatía con lo otro. Su presente, la opacidad, que se extenderá linealmente como el fruto de su malograda generosidad.