Si buscáramos una constante en la historia de la humanidad, ésta ha sido, sin duda, la conexión inexorable entre el poder y la acción. No hay nada previo a la intensidad de lo que somos capaces de hacer y lo que realizamos. Ni tampoco existe nada entre ese nexo impetuoso entre poder y acción. Y que no hallemos resquicio de nada, ni a priori ni en la ligazón infranqueable de la potencia y el acto, significa que no hay criterio de referencia para discernir si lo que puedo es lo que debo. Esta ausencia responde estrictamente a nuestra voluntad y ésta, generalmente, quiere lo que puede. Preguntémonos ¿cómo pudo Nietzsche intuir este principio regulador?