Hay quien cree estar preparado para casi todo, se siente con la fortaleza de afrontar las turbulencias más desaforadas. Acaso porque carecen de empatía con quienes las han padecido, y no atisban la inmensidad de determinados aconteceres. En cualquier caso, nunca se apercibirán que la necesidad de negarse a uno mismo, para el reconocimiento del otro, es un gesto de humildad que difícilmente les pertenece. Sin esta limitación del propio yo, no hay posibilidad de identificar seres ajenos que pueden constituir causa, cobijo y soporte para lidiar con la vida.