Quien sostiene un grito desatado e intermitente está luchando contra el olvido del agravio padecido; es un gesto que, de facto, se rebela para ser reconocido en su diferencia y para no absolver al sistema diabólico, que planea sutilmente no solo la disolución del daño, sino del sujeto mismo que grita.
El grito
Publicado por Ana de Lacalle
Escritora alacallefilosofiadelreconocimiento.com Ver todas las entradas de Ana de Lacalle