La muerte es la sombra que todos proyectamos como una silueta inocente, cuando nos ilumina un haz de luz. Convencidos de que estamos antes un fenómeno óptico, la arrastramos sin conciencia de que lo mostrado es la penumbra diluyéndose de la vida. Irónicamente, y a pesar de estar acosados por la posibilidad de desaparecer, nos percibimos inconclusos, como si, al no estar presente de forma explícita, nada tuviera que ver con nosotros esa daga propia del vivir. Es como un zarpazo ajeno que le sucede a otros y del que carecemos de noción como algo propio, que acontecerá tardíamente en un tiempo inconcebible.
Tan solo, algunos la sienten cercana e intransigente cuando nubla hasta la oscuridad tenebrosa, a quien amamos o sentimos próximos. Entonces, nos enfrentamos a un tabú del que parece macabro dialogar es su aspecto más determinado, porque sabiendo que morir es un acontecer inexorable, intuimos que el diálogo, sobre esa finitud de nuestra naturaleza, facilita dejarse ir cuando de ser una proyección fantasmagórica se instale en nosotros y nos anule definitivamente.
bueno
Me gustaLe gusta a 1 persona
Gracias,—-
Me gustaMe gusta