El egoísmo es fuerte y radical. Pero la acogida, la vigilia y velar por el otro lo son aún más. El « ¿De verdad?» está vinculado a una «revelación» y a una certeza: la de que a pesar de que el mal es muy radical, el bien aún lo es más; la de que el mundo humano se sostiene por la bondad
JM.Esquirol: La penúltima bondad. Ensayo sobre la vida humana.Ed. Acantilado.Barcelona 2018
Este fragmento podría calificarse de optimista o profundamente desesperado, si nos fijamos en que parece una llamada al límite, de la esperanza. Tal vez, porque Esquirol no puede, o quiere, admitir que vivimos en el infierno de la civilización, y por ello se atribuye sujeto de revelación de la auténtica clave de interpretación del mundo, que este se sustenta por la bondad. Percepción nada evidente, que desvela la filosofía en ese instalarse en la duda, incluso sobre los relatos que se presentan como críticos y desenmascadores del principio oculto que domina el mundo. No obstante, este retraerse en el acto de dudar, que el autor califica de ineludible, en quien sostiene una actitud filosófica, puede llevarnos a quedar atrapados en las redes de un “buenismo” humanista, cuyo parecido con la realidad sea pura coincidencia.
Deberíamos en primer lugar demandarle a Esquirol que clarificara que entiende con la expresión “el mundo se sustenta”, ya que sería cuestionable quién se sustenta y en qué condiciones y quizás constataríamos que la mayoría de humanos se encuentran en el umbral de la desaparición -guerras, hambrunas, pobreza- y que lo que podríamos denominar mundo sustentado pertenece a una minoría dominante. Ahora bien, está claro que la voluntad del autor es rebrotar la esperanza aunque sea a base de apoyos de naturaleza comunitaria –no social- y de la solidaridad de los que precisamente no entran en la esfera de los “sustentados”.
No deja de ser comprensible que los que vivimos bien, necesitamos legitimar nuestro bienestar a base de relatos que ensalzan la espontánea bondad individual, de la que podemos ser sujetos compartiendo parte de lo que nos sobra, como si esta tuviera el poder de equilibrar la injusticia incrustada en las estructuras económicas.
Nuestra deuda es impagable, nuestra conciencia puede ser consolada para zafarnos de la culpa.