Verdear el horizonte es un deseo inconsciente, una reminiscencia ancestral que como un renuevo pulsa por emerger con consistencia. Pero, no hay posibilidad ya, desfondados por un presente crudo y realista, de rebrotes falaces que solamente devienen lenitivos para sostener lo insoportable. Serpenteando por el ámbito de lo infausto, nos resta la fortaleza para rescatarnos y redimir a los otros, o por el contario sucumbir pasiva y abúlicamente a la fatalidad que la inercia de la civilización nos confiere.
Reconcomidos por la inquisitiva cuestión de si hay opción, solo nos resta comprobarlo con la voluntad de realizar alternativas a lo que no aparenta concedernos ningún resquicio, ni recodo.