Estremecido por las noticias que emitía la televisión, se vio forzado a desconectar la “caja tonta”—que cada vez percibía como más hábil y sutilmente manipuladora de la opinión pública—. Así que abandonando el sofá, se desplazó hacia la cama para intentar deleitarse con una lectura. Siendo amante de los clásicos decidió enfrentarse a “El
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La ignorancia no consiste en la carencia de conocimientos acumulados, sino en la indiferencia, la falta de una actitud que se cuestione, pregunte e indague sobre lo que se da por supuesto, lo aparentemente obvio. Sometidos como estamos a la denominada postverdad -esa diversidad de microrrelatos elaborados con el propósito de validar lo conveniente para
Desconociendo, cuanto de inefable se desliza en la infinitud de nuestra ignorancia, poseemos la conciencia de saber mucho y doblegar el mundo; somos así de engreídos y arrogantes, tras haber negado la posibilidad de dioses que interfieran en nuestras vidas, nos fantaseamos como seres de poderío infinito basándonos de una idea de progreso anacrónica y
Nublados por la bruma de la ignorancia, nos convertimos en presa fácil de la tergiversación y la desfiguración de los hechos, que ciertamente nunca son asépticos. Pero, deberíamos dilucidar qué se halla en ellos de subjetividad inexorable y qué de intrincación voluntaria, porque quien deforma consciente e intencionadamente una serie de sucesos, esconde intereses particulares
Todo cuanto sé deviene ínfimo.
Siendo humanos, demasiado humanos –me enamoró esta expresión nietzscheana- La ignorancia es atrevida, el conocimiento prepotente.
Hay enigmas que lo son en base a nuestra ignorancia, otros por nuestra mermada naturaleza.
Ignoramos el devenir sin por ello angustiarnos, aunque la cuestión debiera ser si la experiencia acumulada, desde la cual nuestra ignorancia nos proporciona tranquilidad, ¿no sería más bien un motivo de ataque de pánico?
¡Qué deseo desatado de vociferar lo que intuyo velado y verosímil! ¡Qué poca convicción de que lo intuido sea verídico! Al menos más que una paranoica sospecha de lo demoniaco que serpentea por lo acontecido, y no carezca yo, de capacidad absoluta, de apercibirme de lo que realmente hay tras el transcurrir escabroso.
El mal es una banalidad –expresión arendtiana- si atendemos a la inconsciencia del que efectúa actos malvados, nunca a la ignorancia. Si nuestra época está llena de frivolidad en diversos aspectos es, precisamente, por esa falta de consciencia y responsabilidad de las auténticas consecuencias que tienen nuestras acciones. Y deseo destacar que inconsciencia e ignorancia