Estar ausente es un no-estar; es un oxímoron aranero ya que la ausencia solo es el rastro de quien estuvo, pero ya no está. Quizás el uso de esa expresión es una forma de resistencia que sostenemos para no aceptar esa nada que nadea todo cuanto hubo en un tiempo anterior.
Somos seres en relación con, sociales, gregarios que nos construimos a base de reflejarnos y pulirnos en los otros. Y en ese proceso de autoidentificación la soledad también es imprescindible porque nos permite mirarnos, vernos y aderezarnos según eso propio de lo que nos dota nuestra genética.
Así, reconociendo la función primordial del otro en la generación del yo, las ausencias de las que somos testigos agrietan nuestro interior; ese no-estar de los que fueron cruciales a lo largo de nuestra existencia tendemos a minimizarlos con estructuras sintácticas que falsean, en algún grado, lo que hay ahora: la carencia o falta.
Lo nuclear de nuestra existencia es el conjunto de presencias y ausencias que nos moldean.
Brillante entrada!! Dolor de ausencia que nos produce traer la figura que ha partido, generando esa contradictoria necesidad de maquillarla y seguir andando….Un cálido saludo, Ana.
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