Más sobre el suicidio

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Decía el maestro Cioran:

“Me parece que lo verdaderamente hermoso en la vida es no tener la menor ilusión y realizar un acto de vida, ser cómplice de algo así, estar en contradicción con lo que sabes. Y, si en la vida hay algo misterioso, es precisamente eso: que, sabiendo lo que sabes, seas capaz de realizar un acto negador de tu saber.

(…)He dicho que sin la idea del suicidio me habría matado desde siempre ¿Qué quería decir? Que la vida es soportable tan solo con la idea de que podemos abandonarla cuando queramos. Depende de nuestra voluntad. Es pensamiento, en lugar de ser desvitalizador, deprimente, es un pensamiento exaltante. En el fondo nos vemos arrojados a este universo sin saber por qué. No hay razón alguna para que estemos aquí. Pero la idea de que podemos triunfar sobre la vida, de que la tenemos en nuestras manos, de que podemos abandonar el espectáculo cuando queramos, es una idea exaltante. (…) No necesitamos matarnos. Necesitamos saber que podemos matarnos. Esa idea es exaltante. Te permite soportarlo todo.”

Cioran, E. M. Conversaciones (2010) Editorial Tusquets, pg. 72-73

Es decir, la vida no tiene sentido alguno y esa conciencia alcanza su mayor acto de hermosura cuando, a pesar de eso, nos mantenemos vivos. Obviamos el absurdo y nos mantenemos vivos por un acto de complicidad con lo que sabemos. Es como un gesto irónico, como si Cioran se dijese a sí mismo ‘¿Creéis que mi conciencia del sinsentido me va a llevar a no poder vivir?’

Y posteriormente, aparece la idea que sustenta ese gesto de vitalidad, saber que puede suicidarse, que puede acabar de cuajo con el absurdo de vivir le mantiene paradójicamente vivo. Entiende que esa idea es exaltante; fijémonos que habla continuamente de la idea no de la necesidad de ejecutarla. Que nuestra conciencia albergue la idea del suicidio como algo que depende totalmente de nuestra voluntad nos permite vivir con cierta ligereza, diría yo. Como si al no sentirnos atados irremediablemente a la vida, sino en el punto adecuado para fulminarla, nos resultara sarcástico y nos permitiera incluso reírnos del hecho mismo de vivir.

Un nihilismo que Nietzsche hubiera calificado de pasivo o negativo, porque no afirma la vida en todo su esplendor. Sabiendo que en sí misma no tiene más sentido que vivir, con todo lo que ello implica. Cioran recurre desde su butaca a rebuscar la manera de sostenerla, y esa forma es saber que puede abandonarla. Por su parte Nietzsche, parte de una convicción de que lo más exaltante es vivir y vivir, aunque nos duela, nos mortifique, y a pesar de ello, seamos capaces de carcajearnos de esa trampa que nos han inoculado de que el dolor hay que eliminarlo como contrario a la vida. La intensidad con la que re-creamos cada instante, siempre distinto y siempre el mismo, sea cual sea lo que se suponga que nos depare, placer o dolor, es lo que nos capacita para habitar anegados de un nihilismo que afirmamos, al regodearnos exultantes en cada instante vital. A partir de aquí, lo que hace valiosa la vida está en nosotros, no fuera, no hay trascendencia, más que habiendo desmantelado el teatro racionalista occidental, creer actuando que la vida tiene valor como naturaleza orgánica, en la que nos fundimos con el placer más inmenso y el dolor, como una dualidad que no es tal, sino la auténtica vida.

De esta forma el salvavidas de Cioran es saber que puede finiquitar esta vida dramática; por su parte Nietzsche no necesita salvavidas, porque es un apasionado del vivir, viviendo -dolor o placer- es como nos autoafirmamos como seres que aman la vida.

Dos perspectivas diferentes de lo que supone adquirir la conciencia del absurdo, de la nada, del sin sentido, de que la vida no tiene más valor que ella en sí misma, sin trascendencias que la mistifiquen. Cioran, a pesar de esa convicción de que vive porque sabe que puede matarse, no muestra tampoco verdaderas intenciones de fulminarse, porque él se aferra a la idea de que el suicidio está en nuestro poder, y eso nos ayuda a soportarlo todo. Mi pregunta es ¿por qué soportar todo, cuando podemos no hacerlo? Sospecho que el filósofo franco-rumano se alivia con el suicidio únicamente como idea, sin ninguna intención de perpetrarlo. Muestra de esto son las veces que Cioran intenta persuadir a otros de que lleven actualicen la idea, reteniéndolos bajo el argumento de que su acción no puede ser un impulso. Aquí, y atendiendo a lo que el propio autor declara en “Las conversaciones” yace el implícito de que el suicidio es legítimo si es el resultado de una angustia metafísica o existencial, nunca cuando una persona aquejada de un trastorno mental que le hace la existencia insufrible se entrega a ese salvavidas que teórica -y solo teóricamente- defiende el filósofo. Ahora bien, ¿no será que está imbuido de los prejuicios de los que intenta zafarse y que las categorizaciones de la modernidad occidental que establecen quién está cuerdo y quien loco le pesan demasiado, aunque sea inconscientemente. El recurso de Cioran a la locura tiene esa tonalidad casi romántica de que el loco es el lúcido, el que ve porque ha experimentado una iluminación que le ha permitido excavar en las entrañas de lo oscuro. Y, por eso, su saber del absurdo y el sinsentido. Sin embargo, es curioso que cuando, de facto, sospecha que alguien quiere matarse por un cierto desequilibrio, una cierta “locura”, él actúa disuadiéndolo de tal acto. La cuestión es ¿Por qué es más válido un dolor u otro para legitimar el suicidio? ¿Cómo se establece ese criterio? ¿No es, a su vez, contradictorio que pueda haber un baremo una jerarquización del dolor, de lo que es soportable, además de forma externa a propio sujeto?

Intuyo que, ante la pregunta crucial de la filosofía según Camus de ¿por qué no me suicido?, Cioran no dispondría de respuesta alguna convincente, más que lo ya mencionado, porque la idea de que puedo hacerlo ya me permite soportarlo todo. Sin embargo, la cuestión de Camus va más allá, ¿Qué razones tengo para no hacerlo? ¿por qué vale la pena vivir?

En contraste con la visión de Cioran, Nietzsche no se debate con la posibilidad de matarse, sino de alcanzar tal dominio de sí, tal fortaleza que sea capaz de, como organismo natural que es, sentir y no caer por debilidad ante lo monstruoso que surja de nuestro interior porque en esa perversidad se halla su contrario el deseo, el amor. Una dialéctica cíclica, sin síntesis final, porque vivir es retornar a experimentar instantes de intenso dolor y como un Zaratustra cualquiera ser capaz de vociferar nuestra capacidad de mirarlo de frente y reírnos de él; de igual manera que disfrutamos infinitamente cada instante de placer. No hay una axiología de la vida que nos indique lo bueno o lo malo, porque sin nuestra versión perversa no seríamos esos seres, a la vez capaz de amar sin límite.

Aunque no puede haber síntesis en lo expuesto, sí podemos atribuir a Cioran una actitud excesivamente teórica y a Nietzsche el coraje de un filósofo que habla de lo que vive, que no es muy habitual en filosofía.

Plural: 4 comentarios en “Más sobre el suicidio”

  1. Abordar el problema del suicidio es un tema irrenunciable de la Filosofía y de todo ser humano, la libertad negativa por excelencia, abordada por esos tres grandes maestros citados en tu entrada, deberíamos cada uno desde su experiencia abordar ese dilema humano ( ¿Otra vez esos temas? estos Filósofos necesitan urgentemente un experto en Relaciones Públicas para mejorar su imagen ante nosotros los normales) Mi otro Yo que no sabe mantenerse callado…besos al vacío desde el vacío

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