Te fuiste, aparentemente discreta, pero con ruidos fortuitos que anunciasen su partida. Quedó pendiente la vida ante tu insistencia amnésica, nunca sabré si cierta o la brillante escenificación de tu huida permanente de cuanto no te convenía, o no tenías respuesta. No hubo ni un instante de sinceridad, de transparencia en tu deambular simbiótico con los otros. Siempre la víctima, siempre la compasión que exigías y que tanto culpabilizaba. No viviste, lo lamento. Hiciste una buena interpretación en el drama que, ciertamente, fue tu existencia. Una tragedia que te bebiste a largos sorbos, a veces hasta complacida, porque se convirtió en el arma con el que nublaste y anulaste el sentir, pensar y la voluntad ajena. A tu alrededor nadie osaba manifestar queja alguna, ante esa teatralización tan punzante en la que convertiste tu existencia. No hubo poro por el que penetrarte para desenmascarar ese papel que no eras tú misma. Nos apercibimos tarde, ya de adultos; y entonces fue cuando nuestras interpelaciones toparon con tu desmemoria, tu asombro, tu negación de toda una fase de la vida compartida. Tuvimos que contrastar entre nosotros porque lograste de nuevo -así eras de persuasiva- que dudásemos de si habíamos construido falsos recuerdos. Por fortuna éramos varios los que recordábamos los hechos, la actitud, …unos años cruciales de nuestras vidas. Nos provocó mucha impotencia que fingieras no recordar nada, aunque seguramente era parte de esa mente atormentada que había hallado un punto de fuga. Así te marchaste, dejando tu marca hasta el último día, dejando pendiente la vida. Irónicamente, eráis tan parecidos y dispares, mi padre y tú, que os bajasteis del tren dejando como estela esa tonalidad que presidió vuestra vida: impostación y fingimiento, culpabilización y reacciones violentas. Ojalá seamos polvo y no quede rastro alguno, no haya espíritus errantes que insatisfechos continúan sufriendo. El polvo o cenizas os convertimos, porque fue vuestro deseo, o vuestra pragmática huida. Esparcidos por rio y montaña ya no debe quedar ni una mota. Ese es el mejor deseo y destino que podéis esperar. Ni juicios finales, ni reencarnaciones catárticas, …Ser nada, no ser, y ojalá que no hubierais sido nunca. RIP, tardío.

Pensaba que estabas hablando de mi madre.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Pues no, pero ya ves que hay más como la tuya. Abrazo!!!!!!!
Me gustaLe gusta a 1 persona
Un abrazo, Ana.
Me gustaMe gusta