Vivimos bajo el yugo del Estado. Ese que debería ser garante de derechos y, entiendo que también de cumplimiento de las leyes que regulan la comunidad política, acaba derivando en un opresor que se inmiscuye en la vida privada de los individuos sin ningún pudor. Acaba estableciendo qué es lo políticamente correcto excediendo los límites de lo que constituye su cometido. A menudo de forma aparentemente arbitraria.
Que el Estado deba garantizar unos mínimos recursos de subsistencia a todo ciudadano no le convierte en el gran padre. El bien común se utiliza, a menudo, como un antojo que evidencia contradicciones escandalosas.
Nos hemos acostumbrado a que nos digan que en verano si hace calor bebamos agua y no nos expongamos al sol en las horas más extremas, que ahora nos pongamos la mascarilla, y otrora no, …siempre sin explicaciones y argumentos rigurosos de por qué esas obligaciones cambian de forma aparentemente arbitrarias. Todo en pro del Bien común.
La última intromisión que empezó hace años se centra en la cuestión de dónde se puede o no fumar. Aquí los derechos de los que no fuman entran en colisión de los que sí, de la misma manera que pueden entrar las de los que consumen alcohol desmedidamente y nos molestan con sus borracheras o se ponen después a conducir un vehículo. Pero en el último caso beber desmedidamente, no hay colisión de derechos a no ser que alguien con una tasa de alcohol por encima de lo permitido conduzca un vehículo y se estampe contra otro. Si el consumo de alcohol provoca algarabía nocturna que no deja descansar a los vecinos que viven en zonas de plazas y parques, que es donde suelen acabar los grupos a altas horas de la madrugada cuando los establecimientos han cerrado, pues te aguantas. Porque tu salud, parece ser que no se resiente al despertarte noche tras noche y desvelarte llamando a la municipal, que vendrá o no porque solo hacen ruido. Por citar alguna de las afectaciones que tiene para unos que otros consuman más alcohol de lo razonable.
Sin embargo, papá Estado actúa de la siguiente manera: total connivencia con el consumo de alcohol -total pecata minuta– y un control férreo con los consumidores de tabaco, a los cuales el Estado les facilita legalmente su adquisición porque se lleva un montón de impuestos que nos quedaríamos alelados; y después, para que parezca que vela por la salud de los ciudadanos, cercena la libertad de quien quiere o padece de tabaquismo prohibiendo su consumo ahora ya en terrazas al aire libre de bares y cerca de los colegios -más les valdría controlar la venta de drogas en las puertas de los colegios- generando una colisión de derechos que debería plantearse. La posibilidad de que haya terrazas de fumadores y de no fumadores para que cada uno elija dónde va, no parece razonable -el por qué, no lo sé-. La cuestión parece ser asfixiar la vida de los fumadores -recuerdo que está considerada con una adicción, tabaquismo- mientras paradójicamente el Estado se pone las botas con la venta del tabaco, cuyo precio ha llegado a niveles tan altos que parece que se acabará convirtiendo en la droga de los más ricos que montan sus fiestas en sus mansiones privadas, y ahí ellos pueden decidir si se fuma o no.
En síntesis, el Estado nutre sus arcas del alcohol y del tabaco -sobre todo- pero después está obsesionado con no dejar consumirlo ni al aire libre. El argumento de los fumadores pasivos no se sostiene si hablamos de zonas abiertas, porque es mucho más perjudicial la contaminación de los coches en las ciudades que el humo que se pueda generar por el tabaco, ¿o alguien va a discutir esto científicamente? A todos hay cosas que nos molestan de los otros y que afectan a nuestra salud mental, por ejemplo. Me irrita la gente que en lugar de hablar chilla y me incomoda hasta el punto de que me voy de ese lugar. Lo cual no me lleva a reclamar una ley que prohíba chillar. Claro que ahí las arcas del Estado no se ven afectadas, eso sí, según ellos por el bien común. No sería nada descabellado exigir al Estado que dé cuentas de a qué dedica los impuestos que recoge de la venta de tabaco, con detalle, no genéricamente.
Los nacidos en los años 60 crecimos y vivimos en un entorno social y cultural en el que el consumo de tabaco era un símbolo -como muchos otros- de lucha por la igualdad de hombres y mujeres. En los años de nuestra adolescencia en las televisiones públicas. porque no había otras- los referentes, incluso intelectuales, que nos entusiasmaban aparecían dialogando con un cigarrillo en la mano y una mesa con ceniceros. Se potenció el consumo de tabaco como forma de relación social que afirmaba a las mujeres en igualdad con los hombres.
Los cambios sociales son rápidos y vertiginosos, hay que aceptarlo. Mas no me parece presentable que la sanidad pública se preocupe tanto por el consumo de tabaco, aparentemente nada por el de alcohol, y la atención sanitaria esté en las horas más bajas que muchos recordamos. Es harto difícil, al menos en algunas zonas de Catalunya, por ejemplo en L’Hospitalet conseguir hora con el médico de familia antes de un mes y algo. El recurso acaba siendo ir de urgencias y como la afectación no se considera tal, discutir con los administrativos y las enfermeras para que entiendan que lo que ahora no es urgente, en un mes y medio puede haberse complicado mucho. La respuesta es, y doy fe en primera persona, que debemos autogestionarnos nuestra salud, es decir: saber y decidir qué tenemos y cuándo es urgente ir al médico, estar pendiente diariamente de la aplicación informática de Mi salud, cuando funciona, por si hemos recibido alguna alerta de urgencia de alguna prueba que tras esperar ocho meses o más de un año, ha dado un resultado médico urgente. Además, de quedar excluida de la sanidad el dentista si no es para darte antibiótico por un flemón o extraerte una pieza. Se sabe que la boca y su deterioro y enfermedades acaban afectando al estómago, esófago e intestinos y que no es ninguna cuestión estética. ¿No debería la sanidad pública ser Sana y Pública en lugar de preocuparse por el coste que tendrá en el futuro las enfermedades derivadas del consumo de tabaco? Ni que decir que hay medicamentos que no son ningún capricho -por algo son medicamentos- no están cubiertos: colirios, mucolíticos, antibióticos para infecciones de la piel.
Bien, seguramente no acabaría la lista de desprotección médica que padecemos hoy los ciudadanos.
La voluntad de este artículo es simplemente reivindicar la libre decisión de morirme de lo que quiera y tener en cuenta los derechos de los que consumiendo productos legalizados y de los que se nutren las arcas del Estado, tenemos como ciudadanos libres. Evidentemente, teniendo en cuenta los de los otros. Porque la propuesta de que haya bares y restaurantes de fumadores y de no fumadores y que cada uno decida, aunque sea tan solo en las terrazas al aire libre, ¿no sería una solución que tenga en cuenta las realidades que he expuesto?
Reblogueó esto en EL ESPACIO DEL KAOS: BABELIAS.
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El próximo café filosófico en colegí de Llicenciats el dia 7 de Octubre hablamos de lo políticamente correcto… lo que dices con la normativizacion social no es otra cosa como lo que afirmas abducción de la ciudadanía. La lucha contra el sistema obliga a defender la individualidad contra el Estado. Sin embargo la paradoja está en como ir contra lo institucionalizado sin institucionalizarse..
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Supongo que lo del día 7 lo difundirás, hora, etc,.. A ver si puedo ir… De memoria no tengo ni idea, pero el tema me interesa.
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Totalmente de acuerdo, Ana.
Y lo que es peor: papá estado cobija a los okupas, desatiende a los propietarios y persigue a todos con impuestos, reglas y normas, cuando ellos mismos se las saltan todas.
Te dicen lo que tienes que comer, lo que tienes que beber, qué hacer si tienes frío o calor.
A eso se le llama estado totalitario.
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