“Toda acción, en efecto, es así: realizada por sí misma, de suyo no es ni bella ni fea; por ejemplo, lo que ahora estamos haciendo nosotros, beber, cantar o conversar, nada de esto es, por sí mismo, bello, sino que, en la acción, según como se haga, resulta ser de una forma u otra: si se hace bien y rectamente, es bello, mientras que ni no se hace rectamente, feo. De la misma forma, entonces, tampoco todo amar ni todo Eros es bello ni digno de ser encomiado, sino solo el que impulsa a amar bellamente.”
Platón. El Banquete (181a). Alianza Editorial, 1989. Traducción de Fernando García Romero. Pg.64
En los filósofos griegos se halla una fuente de reflexión hacia la sabiduría que no podemos, por arrogancia frívola, menospreciar. Traigo un fragmento del famoso diálogo de Platón que sitúa después de una comida. Eso que hoy denominaríamos sobremesa. Sin embargo, no hablan de fútbol, de politiquillos ni de los últimos cotilleos del vecindario, sino que conversan sobre lo que significa Eros y si éste es siempre bueno, probablemente porque durante el ágape de manifiestan entre los comensales aproximaciones, búsquedas y relaciones más íntimas sobre las que después, y haciendo un esfuerzo para alcanzar una respuesta que trascienda lo concreto les oriente sobre en qué consiste principalmente el Amor, cuando este lo que auténticamente.
Según Platón el impulso erótico, que es la presencia de Eros en los humanos, puede conducirnos a lo bello, y en consecuencia bueno, o a lo feo y en correspondencia malo. Fijémonos la identificación que establece entre la belleza y el bien: ¿cómo podría ser que lo absolutamente bello no fuese a su vez lo bueno? O incluso podríamos plantearnos a la inversa ¿cómo lo plenamente bueno no destila la luminosidad absoluta de la belleza? Imposible que esto no sea así, ya que, como asevera en el pasaje mencionado, bello es lo solo el que impulsa a amar bellamente. No hay, por lo tanto, acciones que en sí mismas sean o no bellas y buenas, sino las que se hacen rectamente porque lo que las impulsa es amar plenamente.
Partiendo de la visión platónica deberíamos admitir que en la actualidad el Eros encomiable es aquel que orienta nuestra acción a su buena realización, pudiendo ser esa misma acción una mala determinación que no resulte bella. Concretando más, el reconocimiento[1] del otro no tiene por qué ser en sí mismo bueno, sino que depende de cómo y en qué sentido reconocemos al otro: si su presencia es una constatación que nos induce a protegernos y desconfiadamente mantener cierta distancia, ni actuamos bien ni bellamente, sino que nuestro impulso erótico está centrado en nosotros mismos. Mientras que si re-conocer nos impulsa a mirar al otro desde el respecto de lo que es y hacer el esfuerzo de aproximarnos y comprenderlo, esta acción nos lleva por la forma en la que se ha realizado a actuar bellamente y bien.
A Platón se lo ha interpretado, a menudo, constriñendo sus teorías con el propósito de sistematizarlo, hacer de su pensamiento un todo coherente, y simplificar nuestra comprensión de él – cierto que esto ha sucedido con la gran mayoría de filósofos -. Sin embargo, atendiendo a la variedad de textos que en forma de diálogo se abordan una diversidad de cuestiones, deberíamos tener presente que como cualquiera que piensa y vuelve sobre ello en distintos momentos de su trayectoria filosófica, va introduciendo matices, consideraciones que no nos permiten, si queremos ser fieles al autor, afirmar tan categóricamente lo que, por ejemplo, Platón dijo sobre determinados aspectos.
El fragmento podría sorprender a quienes han realizado esta lectura tan dogmática, ya que como vemos las acciones no son buenas en sí misma sino por la forma en que son realizadas, en la acción se manifiesta su bondad y su belleza, o no.
Concluyendo, no siempre que creemos amar, amamos. El amor, Eros, puede orientarse bien o mal, puede conducir a lo bello-bueno o a lo malo. Razón por la cual, dirimir qué es amar bellamente no consiste solo en dejarse arrastrar por el impulso erótico que desmedidamente puede llevarnos a no amar, aunque aparentemente creamos que sí.
Releer a los clásicos, desde una perspectiva más rigurosa y velando por la fidelidad, puede sorprendernos y desentronizar la visión tópica que en ocasiones se nos ha transmitido, sobre todo cuando éramos adolescentes que asombrados nos adentraban en una actividad como la filosofía, absolutamente desconocida hasta entonces.
PARA SABER MÁS:
CONFERENCIA POR JUAN ANTONIO NEGRETE SOBRE EL BANQUETE DE PLATÓN. CLUB MUNDIAL DE FILOSOFÍA. Con María José Binetti, Jorge de La Torre y Ana de Lacalle.
[1] Re-conocer significa recalar en lo ya conocido, sin embargo, esto puede adquirir varios significados, en el sentido de reafirmar el prejuicio que ya teníamos o en renovar la perspectiva de lo re-conocido.
Déjà qu’on est pas sûr d’avoir bien mangé avec la malbouffe, comment pourrait-on aujourd’hui parler sagement en fin de repas ,
Viens manger avec moi on échangera, Ana …
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Gracias!!
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