La insatisfacción como disposición humana.

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No queremos lo que tenemos; y tener, aquí, es cuanto somos materialmente, lo cual está constituido por lo que vamos siendo en el fluir cotidiano, así como lo que poseemos para subsistir. Como híbridos de bestias y ángeles, deseamos sin satisfacer nunca el deseo, ya que el deseo mismo es un conglomerado de ambigüedades y ambivalencias que nos desnortan. Y la razón en su afán de conceptualizar lo que no se deja cree hallarse al borde de la locura.

Así vivimos deseantes y locos, entes que se disuelven porque no llegan a ontificarse. Este es el delirio de la razón y la imposibilidad fáctica de quienes no siendo propiamente nada, oscilamos entre lo que parecemos y nos obstinamos en parecer; por si esa persistencia nos concediera el don de devenir alguien o algo bien definido.

Necesitamos certezas, aunque somos lo absolutamente contingente, y como la expresión anterior es casi un oxímoron,  ni tan siquiera podemos entender esa condición diluida que persiste contra nuestro deseo y nuestra voluntad-

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