En los últimos años, son innumerables los libros publicados bajo el título “La sociedad de+ complemento” o “La era de + complemento”. Esto sugiere que el humano modelo occidental lleva años perdido, buscándose y no se halla. Cada uno de estos ensayos cree haber encontrado aquello que nos identifica como sociedad, que es capaz de hacer inteligible los acontecimientos y los cambios que nos descomponen que, por otra parte, cuentan con nuestra implicación, conscientes o no de lo que estábamos generando.
La última publicación en este sentido de la que he tenido noticia ha sido “La era de la resiliencia” de Jeremy Rifkin. No la he leído, simplemente ojeado, pero la impresión que me ha producido es algo paradójica: si realmente hubo una era del progreso, ¿Por qué nos hallamos ahora en una era de la resiliencia?
Me explico, el concepto de progreso -Rousseau desvinculó el desarrollo científico del progreso en un sentido moral, es decir, que comportara una mejor forma de vida- debería ser reconceptualizado ya que responde a un contexto de la ilustración racionalista en la que se poseía la convicción de que el desarrollo científico-tecnológico implicaría una mejoría de vida para la humanidad. Hemos constatado que tal convicción no es del todo certera, si tenemos en cuenta que este gran cambio y avance en el conocimiento ha quedado al servicio del 20% que más poder económico tiene en el planeta y, cómo al resto de los que son tan humanos como los ricos los ha condenado a ser satélites de suministro de materias primas baratas, manos de obra explotada, hambruna, y condiciones de vida indignas. Así, el progreso en su sentido de mejora queda exclusivamente en manos de una minoría, por lo que, con contundencia, podemos afirmar que ese progreso no ha sido tal para el conjunto de los humanos, sino solo para un reducido subconjunto. O, en cualquier caso, la desproporción abismal entre el beneficio de unos y otros desmerece cualquier posibilidad de hablar de progreso.
Si, como decía anteriormente, reconceptualizamos qué significa el progreso, tal vez entenderemos por qué según Rifkin entramos tras éste en una era de resiliencia. Esta lleva aflorando en distintos ámbitos como una nueva forma de entender la potencia del ser humano, cuando no es más que una reedición de un término -que extraído de una cualidad química de los metales- se empezó a utilizar en los años sesenta, al menos, por Paolo Freire. Su significado es la capacidad que tiene un individuo de sobreponerse a situaciones casi límites, siendo aplicado por lo tanto en el campo de la acción social, los servicios sociales y la pedagogía con los más vulnerables.
Aquí aparece el meollo de la cuestión, ¿Si lo que hemos hecho los dos últimos siglos es progresar, o sea mejorar, a qué tenemos que sobreponernos? Parece que, al desastre climático y ambiental provocado por el progreso. ¡Menudo progreso, entonces! Sin embargo, hay mucho más de lo que ahora está en boca de todos y que se silencia, o se dice con la boca entrecerrada: la catástrofe climática afecta con más beligerancia a los mismos a los que ese progreso ha excluido en los últimos siglos, con lo que, según el dicho castellano, algunos “son cornudos y apaleados” -pido se obvie el tono machista, porque no es lo relevante aquí el sentido literal-
En síntesis, el progreso era de los vencedores que explican la historia y ahora la resiliencia nos preocupa en cuanto nos podemos ver afectados gravemente por el desastre que hemos provocado. ¿Alguien cree que si la crisis climática afectara solo a los países pobres se estarían haciendo cumbres? En las que por cierto se acuerdan ayudas económicas para paliar el daño climático causado a los países que menos han devastado el mundo, los más pobres, y seis años después se acuerda cumplir el acuerdo, … ¿tiene esto alguna credibilidad?
Adoptemos por honradez una visión global del mundo -como hacemos cuando nos beneficia- y analicemos la situación peculiar de cada conjunto de sociedades que se caracterizan por urgencias diferentes y a las que, en conciencia, los que hemos progresado deberíamos atender -sin olvidar a los que en nuestras sociedades no progresarán nunca-
Basta de doble moral, porque ya vemos que no nos lleva en absoluto a buen puerto.