Del salón en el ángulo oscuro,
de su dueño tal vez olvidada,
silenciosa y cubierta de polvo
veíase el arpa.
¡Cuánta nota dormía en sus cuerdas,
como el pájaro duerme en las ramas,
esperando la mano de nieve
que sabe arrancarlas!
¡Ay! -pensé-. ¡Cuántas veces el genio
así duerme en el fondo del alma,
y una voz, como Lázaro, espera
que le diga: «Levántate y anda!»
Dice el poeta. Reverberan en mi interior estas palabras incisivamente, exigiéndome la necesidad de identificar cuál es esa arpa olvidada y cuál el ángulo oscuro, quién su dueño y qué se está silenciando, esperando el milagro que transforme ese silencio escondido y se manifieste explosionando con el esplendor de quien ha sido contenido y acallado.
Será que mi sensibilidad está intensamente susceptible a posar la mirada en los excluidos. Siempre leemos a partir de ideas, inconscientes o no, que condicionan el significado de las frases, o como ahora, un poema. Por eso, nunca hay un texto clásico, incluso otros de relevancia indiscutible, que esté leído por siempre.
¡Quién me iba a decir que estos versos de Bécquer podían suscitar en mí algo más que un profundo sentimiento de soledad y desprecio! Hoy, años después de haberlos conocido, y releído no sé cuántas veces, traslucen imponiéndose con una firmeza inesperada, unas sombras que no podemos ver nítidamente: los grupos humanos excluidos, apartados de la sociedad y satanizados, que no son más que diamantes en bruto, que esperan ser tocados con el alma de un virtuoso que les abra el camino de su sonido particular; melodías inigualables porque son únicas. Y es, además, una riqueza que, por narcisismo, etnocentrismo o lo que fuere estamos desperdiciando, menoscabando, en un momento en el que faltan manos virtuosas para reconstruir y resignificar un mundo que se desmonta de inhumanidad.
Reconozcamos la valía de esas manos ligadas, desatémoslas para que libres creen, desde perspectivas diversas, nuevas maneras de convivir unos con los otros y renovar nuestro repertorio poético musical. Aprenderemos los unos de los otros y, sin duda, todos viviremos mejor.
Tal vez Bécquer me ha provocado un ataque romántico de esperanza, esa que siempre está presente cuando su ausencia es lacerante.
Les pierres qui dépassent du bord d’une façade d’immeuble se nomment en architecture des harpes.
Elles sont en attente de raccord à l’éventuelle construction voisineJe pense que ton ressenti est identique
Il y a en toi une musique qui appelle les cordes à la jouer, mais tu dois mettre ton oreille en dehors de l’oreiller qui l’étouffe…
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