¿Cómo soportar el requiebro de quien te ha demandado ayuda? El escurridizo movimiento, e inesperado, te deja tendida en la absurdidad. Es como si pidiéndote que te tires en paracaídas, y accediendo a pesar del pavor, te sobrecoges al comprobar que está defectuoso, y en el descenso al vacío te recriminan no haber comprobado el estado del aparatejo.
Podría analizarse si, ciertamente, alguien requirió socorro. Hay formas claras y nítidas de hacerlo, y otras sutiles que se manifiestan con la actitud de fragilidad, desánimo profundo o expresando la convicción de que uno no puede con la carga de su existencia.
En el segundo caso, hay quienes observando al otro se sienten impávidos, y quienes por sensibilidad y com-pasión acompañan al atormentado para hacer de su lastre algo más liviano.
Sin embargo, en estas tesituras es relevante el tipo de vínculo que tenemos con el otro, para no ser después arrojados a la nada, responsabilizándonos a nosotros mismos por imprudentes. Y, paradójicamente, los lazos más estrechos son los que posteriormente dan lugar a mayores desencuentros o reproches. Parecería que, a mayor vínculo, más agradecimiento, pero de hecho la relación es inversamente proporcional. Tal vez porque al socorrido le cueste reconocer su necesidad de ayuda, y el facilitador se ha entregado sin límite, regenerándose una especie de confusión de identidad: dónde empieza uno y acaba, como distinción necesaria.
Esto último es quizás algo poco realista. Si analizáramos quiénes somos cada uno, pudiera ser que nos apercibiéramos que somos un diamante en bruto pulido por las interacciones con los demás, y que soy siempre en relación con. La idea de ser, una especie de individuo sin afectaciones externas no es tan solo irreal, sino nociva. Nuestra consistencia interior se fortalece y estabiliza con lo que recibimos de los otros sobre todo en los primeros años de vida, pero nunca, nunca, dejamos de modularnos por los influjos provenientes de los otros.
Finalizamos con un aforismo, que encierra quizás algo de veraz, escrito hace ya unos años: La generosidad nunca es consciente de sí misma.