¿Qué hace una especie como la nuestra en un lugar como este?

4 comentarios

El humano es un ser extraño para sí mismo. Habiendo adquirido la conciencia de existir, de estar como cuerpo en un mundo determinado, no reconoce el sentido, el porqué, ni el para qué de una existencia que se desliza a trompicones, con baches y gestos para lidiar con los más perniciosos.

Posee la capacidad de intentar objetivarse, distanciarse relativamente de sí mismo, para indagar qué hace una especie como la nuestra, en un lugar como este. Y siendo esta la pregunta crucial de la Filosofía -formulada por distintos autores de maneras diversas- no apercibimos de que no hallamos respuesta, tras siglos de indagación. Es decir, ante la ausencia de certeza alguna sobre nuestra condición y lugar en el mundo -aspiramos a tener un lugar privilegiado que exceda lo meramente biológico- solo nos resta dar con una respuesta razonable que podamos interiorizar como válida y que dé cuenta del porqué sostenemos una existencia en la que predomina el dolor y el sufrimiento.

Lo dicho no puede más que producirnos extrañeza; aprehendernos como seres raros y singulares en un mundo que se despliega incesantemente sin una conciencia metafísica que le dé sentido, o al menos no es accesible para nuestro entendimiento la constatación y convicción de ninguna conciencia de esa naturaleza. Ante tal desasosiego, recurrimos a menudo a creencias o principios indemostrables de los que se derivan explicaciones que hacen algo más comprensible nuestra existencia. Sin embargo, también sucede que la honestidad de la búsqueda nos aboca a no poder afirmar nada, o lo que es equivalente a palpar abrumados la nada.

Considerando que lo comúnmente compartido es la experiencia del dolor -cierto que también placer, pero es más escaso y consistente universalizar la vivencia contraria- nos vemos urgidos a encontrar si hay un por qué de ésta, o, en su lugar, qué podemos obtener de esta experiencia que nos mantenga luchando por la existencia en lugar de dejarnos morir.

Aquí radica la rareza de nuestra especie: siendo conscientes de existir y sin hallar o entender el porqué, seguimos batallando por permanecer. Podemos recurrir al instinto de supervivencia, presente en el mundo animal, que nos empuja a protegernos y defendernos para no desaparecer[1], como una razón plausible de nuestro comportamiento. Aunque no podemos obviar que lo aplicable a la Naturaleza en general, no es del todo ajustado para dar cuenta de un ser que posee autoconciencia, y aquí radica la diferencia sustancial. En este sentido somos “los raros”, ya que no hay qué sepamos otro ser vivo que se pregunte por el sentido de la propia existencia.

Además, como ya hemos dicho anteriormente el escollo para encontrar una respuesta satisfactoria es ¿por qué soportamos el dolor para mantener la existencia? ¿no sería más “inteligente” dejarnos arrastrar para ser devorados y acabar con el sufrimiento?

El intento de responder a esta cuestión exigiría desarrollar todo un ensayo como mínimo, y esto no es más que un artículo. Sin embargo, a modo de cuestión para reflexionar, podemos pensar que debe haber algo en el dolor que, al humano como animal simbólico, le proporciona al menos algún tipo de aprendizaje para afrontar futuros sufrimientos que no le llevan a desistir de su esfuerzo por existir. Ese dolor, que por momentos parece hundirnos en la miseria, en cuanto demanda fuerza para resistirlo, tal vez nos fortalezca y “los dolores del mundo” adquieran matices relativos. Todo ser vivo padece, no solo el humano, y poseen también esa tendencia innata a soportarlo. En consecuencia, a parte de lo meramente biológico, poseemos los humanos una capacidad de entender el dolor de diversas maneras que nos empujen a afrontarlo, a minimizarlo, incluso a negarlo, pero no a ceder ante su presión. Quienes no disponen de alguna de estas potencias, tal vez abandonen la lucha o incluso decidan ponerle fin a la existencia.

Es bien conocida la frase de Nietzsche “lo que no nos mata, nos hace más fuertes” y si no morimos de dolor, obviamente resurgimos con más fortaleza para afrontarlo y mirarlo de frente. ¿Será una cierta arrogancia humana la que nos lleve a demostrar que no nos puede el dolor? En esta cuestión estoy trabajando ahora, con la perspectiva de escribir el ensayo al que antes me refería.


[1] Sin extenderme más, Schopenhauer utiliza de manera recurrente el funcionamiento de la Naturaleza para explicar este impulso hacia la vida, que en el caso de los humanos denomina “voluntad de vivir”. Otros han dado cuenta de esto de formas bastante similares: Spinoza, Nietzsche, …

Plural: 4 comentarios en “¿Qué hace una especie como la nuestra en un lugar como este?”

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s