Democracia a la carta.

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Acostumbra a mencionarse el pesimismo filosófico como una especie de contrariedad, de quiebro, para los que creen que la filosofía debería ser algo así como el ímpetu de la vida. Entre ellos se sitúa a pensadores como Schopenhauer, Mainländer, Camus, Cioran, …sin embargo, siempre he sostenido que su concepción de la existencia humana es realista. A este realismo descarnado supo enfrentarse Nietzsche, afirmando la vida incluyendo cómo nuclear el dolor, y salir victorioso, ya que se le ha podido calificar de muchas maneras, pero no de pesimista, a pesar de que llevó el nihilismo a sus últimas consecuencias.

Por mi parte, siempre he sostenido que las filosofías mencionadas eran realistas -no incluyo aquí a Nietzsche-, en cuanto desenmascararon, sin que les temblara el pulso, la crudeza de la existencia humana.

Si trasladamos esto al ámbito de lo político, sucede que muchos pensadores que apuestan por la materialidad corpórea de lo real, y de lo humano, su dinamismo, su fluir continuo, y por ende, la posibilidad de que aquí se haga necesaria admitir la pluralidad, diversidad y multiplicidad como inherentes a lo humano, nos encontramos con un núcleo básico en el que se basan las democracias y que se entiende como valioso: el conflicto entre lo diverso, plural,…Esta crisis continúa no debe culminar en un consenso, que supondría la homogeneización de lo diverso, sino en un intento de armonizar las relaciones sociales para que lo democrático se juegue en el terreno de lo relacional, de lo social, y no exclusivamente en el tipo de gobierno.

Aquí, constato nuevamente una cierta falta de realismo, la cual puede ser constatada observado lo que de facto sucede en el juego político, que de arriba se traslada miméticamente hacia abajo: la pluralidad que tiene lugar en la materialidad social, puja a toda costa por convertirse en el relato hegemónico y en el ruedo el juego consiste en “piensas como yo o eres un enemigo por eliminar”. Lo expuesto resuena, sin voluntad teórica sino a partir de una observación empírica, a lo que formularon Laclau y Mouffe en sus respectivas obras filosóficas.

Sin que los padres de los populismos puedan ser aclamados, lo cierto es que cuando te sitúas en un supuesto diálogo político, difícilmente hay ese día-logo. Además, esto sucede de forma muy similar en los filosóficos que acaban convirtiéndose en ideologías intransigentes con los diferentes. Paradójicamente los que sostienen teóricamente la igualdad de lo diferente, lo plural, etc., acaban intentando imponerse como lo único pensable y aceptable. Así que curiosamente volvemos a homogeneizar los discursos e ideas, eso sí, apostando por lo plural, sin que haya disenso.

La cuestión que se me ocurre es, ¿la diversidad de grupos se cree realmente eso de lo democrático como el entramado social en el que hay discrepancias y todas merecen el mismo respeto? ¿o solo cuando se refieren a la suya? Europa pasa por un momento en el que los populismos de derechas están en auge, si somos democráticos debemos respetar su presencia e implicación en lo político, y convencer mediante argumentos de que esas tendencias no son lo que parecen. Ignorarlos, cancelarlos no es una actitud democrática. Si tenemos miedo a que puedan llegar a convencer ellos, tal vez debemos revisar nuestras razones, argumentos y praxis, para entender por qué pueden vencer y convencer. Si no es de esta manera dejemos de jugar a la democracia porque acabamos siendo tan antidemocráticos como ellos -y una democracia debe permitir que se sea antidemocrático ideológicamente, no de acción-

Plural: 3 comentarios en “Democracia a la carta.”

  1. El texto aboga por no realizar el llamado cordón sanitario a la ultraderecha adoptado en la mayor parte de la Europa democrática, incluso por el Partido Popular europeo y donde la excepción es el PP español. La práctica del “cordón sanitario” es, en efecto, una de las vías que se han empleado en Europa para atajar el avance de las ideas xenófobas y ultranacionalistas. Es la política realizada por las uferzas democráticas en Francia y Alemania, aquellos lugares donde la política sí ha sido de cordón sanitario, saben muy bien el peligro que representan formaciones como el Frente Nacional (ahora llamado Reagrupamiento Nacional) o Alternativa por Alemania, dos partidos que han sido considerados por la mayoría política como no aptos para llegar a ningún tipo de negociación debido a que no respetan los mínimos valores democráticos o que parte de su personal ha estado ligado a movimientos posfascistas o con simpatías hacia regímenes pasados.
    Las razones de recurrir a cordones sanitarios están muy justificadas y son que las propuestas de extrema derecha no son compatibles con un sistema democrático genuino ni con ningún catálogo mínimo de derechos humanos.
    No me vale aquí comparar el populismo de derechas con lo que suelen hacer los medios -todos en manos del capital y muy conservadores- de asimilarlo al inexitente populismo de izquierdas. Digo inexistente puesto que la extrema derecha es meramente testimonial, y no considero como tal al Partido Podemos, actualmente en el Gobierno, y que realiza políticas sencillamente socialdemócratas.

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