Sobre asuntos que no nos afectan directamente opinamos, vertemos argumentos más o menos consistentes y justificamos. Sin embargo, aceptar, asumir y comprender aferes que nos tocan la fibra emocional es mucho más complejo. Aquí la bifurcación entre lo que sentimos y lo que pensamos con firmeza se agudiza. El motivo no es difícil de entender:
Etiqueta: banalidad
Parafraseando a Simone Weill[1], filósofa destaca del S.XX, un Dios ausente es el único Dios auténticamente presente, pues la ausencia aparente de Dios es su realidad. Dicho esto, puede deducirse que la figura de Dios de la que habla Weill se aleja de esa función consoladora y hecha a medida de la necesidad humana por
La hartura genera protuberancias por toda la superficie de mi cuerpo. Percibo masa excedente acumulada en las caderas, el torso. Las extremidades se asemejan a morcillas carentes de tono violáceo, que me indica que la mutación de mi físico no responde a una precipitación desde una altura desmedida y su posterior caída. Soy una amalgama
Si decimos, y es, en vano, tal vez economizar el lenguaje sería la estrategia pertinente. Porque la tonadilla cansina produce inmunidad ajena y propio desencanto. Wittgenstein recomienda: “Sobre lo que no se puede hablar, hay que callar”, y es que la locuacidad que brota del deseo de proteger no es más que un proferir palabras


