El amor emerge como un brote cetrino enraizado, expelido desde las entrañas, sin que intervenga en este afer razón, ni voluntad. No obstante, esta conexión, volviéndose añeja, debe ser revitalizada y abonada por un acto de fidelidad –para nada hablo de sexo- que ponderando lo vivido, exige un querer preservar un vínculo auténtico que, oscilando