El Amor como inter-es

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El amor emerge como un brote cetrino enraizado, expelido desde las entrañas, sin que intervenga en este afer razón, ni voluntad.  No obstante, esta conexión, volviéndose añeja, debe ser revitalizada y abonada por un acto de fidelidad –para nada hablo de sexo- que ponderando lo vivido, exige un querer preservar un vínculo auténtico que, oscilando con ondulaciones ambivalentes, es objeto de la voluntad por ser, en síntesis, beneficioso.

Es un interés, en su sentido etimológico, a saber del latín “interesse” compuesto de “inter” y “esse”, lo que está entre, aquello que importa a ambas partes, en nuestro caso a los dos miembros del vínculo amoroso, por lo que tiene un valor que liga, siendo compartido el bien que de él se deriva. Tras estas precisiones, y asumiendo el desafío que implica esa fidelidad interesada en nuestros tiempos, el amor sobrevive siempre que se arraiga como un reconocimiento, valor y cuidado entre los individuos que, a pesar del esfuerzo que exige en ocasiones, nos proporciona una revitalización y motivación para vivir, aun careciendo de sentidos trascendentes.

Esta reflexión no se ciñe a una relación de pareja sino a cualquiera que contenga desde su origen esa fortaleza que otorga la pasión, las emociones y el deseo de estar con el otro.

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