Mientras el deseo, la voluntad y en definitiva el yo se despliega sin oposición no hay alteridad ni conciencia de ella. Diríamos que no hay límites para la expansión del yo, que todo parece “ser yo”. Así, en el momento en que el deseo y la voluntad notan resistencia, reacción contra su extensión, el yo
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Vivimos amordazados por el miedo a decir lo que no toca, a actuar cómo no se espera, a no ser quienes se considera que debemos ser. Y esta compresión sentimos que se ejerce desde exterior, justificando nuestra actitud como resultado de una fuerza social que nos atenaza. Quienes creen defender su propia identidad, a menudo,
No hay nada más fácil de eludir e ignorar en el presente, nuestro tiempo, que el silencio. El tiempo es, de hecho, como instante fugaz, siempre siendo distinto, un momento que llenamos de ruido. Y ciertamente, cuanto más veloz y mutante sea ese tiempo más nos veremos inclinados por la velocidad del suceder de no
No podía eludir aquellos recuerdos que la visitaban contra su voluntad. Platos apilados esperando la mano oportuna, aquella que la naturaleza parecía haber designado para tal fin. Soledades añadidas que se forjaban en ese destino vacuo para el que otros creían que había nacido. Día tras día, imaginando la libertad sobre la que cabalgaría cuando
Ana de Lacalle (España), Autores 21 julio, 2019 La psique reverberaba, como un estruendoso zarpazo, en una dicotomía insoslayable que se perpetuaba en una disociación irreconciliable entre un par de yoes. La identidad de la mente se disolvía y restaba fulminada al sustanciarse en dos, sacudida por una contraposición entre el yo y el otro
Hallándose en un estado de indefinición sobre sí mismo, como si fuese un funambulista a punto de sufrir un traspiés, y al borde de un lago sombrío y solitario, le pareció oír una voz contundente que dirigiéndose a él le espetó: -Hoy te diré quién eres. Qué etiqueta te define y cómo debes, en consecuencia,
Los “argumentos”, supuestamente, incontestables que sirven como fundamento de nuestro actuar: “yo siento que”, “yo quiero”, “Yo necesito”, “me apetece”, no son más que la consecuencia de un ensalzamiento del “yo” como núcleo de emociones y deseos que reclaman su legitimidad de ser satisfechos. Mientras el referente sea el ego incapaz de percibir la alteridad,
Nacemos para morir, y entre estos dos tiempos existimos. Aquello que nos depara la existencia no depende únicamente de nosotros; sin embargo, sí podemos aprender qué hacer con ello, de tal forma que sea lo menos dañino, malo, y lo más beneficioso, bueno. Obviamente, este aprendizaje no es otra cosa que la experiencia, es decir,









