Y si en un intento fructuoso lográramos ese instante de plenitud ¿habríamos atinado con argumentos irrefutables sobre el no-ser de la nada y la continuidad del ser? O quizás simplemente ¿hubiéramos trastabillado con un punto entre la nada, a su vez rodeada de otros puntos? Y siendo posible esto último ¿qué nos aporta al problema del sentido? Poca cosa, ya que podemos ser en el azar un punto en el conjunto de puntos, que llamamos ser, rodeados de no-ser, que llamamos nada.