Hoy, día de todos los santos, para la Iglesia católica, anhelo poseer la capacidad de evocar a los auténticos santos, esos seres imperfectos tremendamente humanos que padecieron el dolor, todo dolor, el propio y el ajeno, con una actitud de lucha frente a las agresiones camufladas de otros; aquellos que con su fortaleza legaron el rastro de la paradoja vital: no hay reparación del dolor propio, mientras no pueda ser reparado todo dolor, porque siempre reaparecerá la sombra de su presencia.