Atravesamos como bestias acosadas el mundo, urgidos por alcanzar no sabemos certeramente el qué; y en ese ímpetu desmedido despreciamos presencias que ni detectamos, mientras simultáneamente nos cercioramos de cimentar fuertemente ciertas ausencias. Ese vagar desnortado, que como tal no puede concluir satisfactoriamente, nos desgasta la vida, sin haberla saboreado con gusto, antes bien embarrados por el disgusto se diluye en una nada, que no nos ha proporcionado ni horizonte ni disfrute. Que incapacidad adaptativa o que entorno tan agrio.