Si nos asomamos discretamente al pretérito, siempre anterior, vislumbramos entre una nebulosa espesa, claroscuros que se matizan paulatinamente hasta permitirnos identificar sucesos nítidos, imágenes fluctuantes que constituyen un relato. Este puede ser la reminiscencia de experiencias gratificantes o, bien, retrotraernos a momentos ácidos e hirientes. Sea cual sea la resultante de ese vistazo al pasado, debemos admitir que estamos identificando justamente lo que nunca pasó, porque permanece vívido y lacerante entre la niebla mental que intentamos conservar para no ceder a la nostalgia o al sufrir irreparable.
Somos un constructo derivado de experiencias básicas que se sostiene en ese escarceo salvífico entre lo traslúcido y lo transparente.