Érase una vez unas pre-adolescentes de diversa índole que por azar coincidieron en una misma escuela, allá por la década de los setenta, en la que pasaron unos años compartidos de infancia y de tránsito hacia esa etapa crucial de desarrollo o crecimiento que es la adolescencia –origen etimológico del término que, en contra de
Etiqueta: recuerdos
Si nos asomamos discretamente al pretérito, siempre anterior, vislumbramos entre una nebulosa espesa, claroscuros que se matizan paulatinamente hasta permitirnos identificar sucesos nítidos, imágenes fluctuantes que constituyen un relato. Este puede ser la reminiscencia de experiencias gratificantes o, bien, retrotraernos a momentos ácidos e hirientes. Sea cual sea la resultante de ese vistazo al pasado,
En ocasiones, el pasado deviene una sombra difusa de lo que nos ha pertenecido porque la memoria escudriña la forma oportuna de reminiscencia, es decir, qué y cómo recordar para seguir viviendo.
Las alas de un relato infantil vuelan fuera de nuestra órbita, pero su autonomía les otorga el poder de perpetrar nuestra mente, con reiteración machacona, para que el olvido sea un deseo imposible. Es la justicia del pasado.
La pérdida de memoria, en toda su extensión, parece vaciarnos de recuerdos que encajados van conformando nuestra identidad. Pero, sorpresivamente, ignorados ya, los hechos por completo, yace en nosotros un sustrato emocional que no se altera y que tiene más relevancia en quiénes somos que los sucesos concretos, porque son el registro vivo que ya
El pasado no es tiempo propiamente, sino lo que recordamos o regresamos al corazón insistentemente. Así, constituye presente activo latiendo al ritmo de nuestra actualidad, fundido y confundido.
Absorbiendo el jugo de un recuerdo se me antoja vívido el sabor de esas gotas, como si se objetivaran y se hicieran presentes al margen de mi gusto. Porque no es la degustación lo que revivo sino el hecho mismo, acaso una alucinación o un delirio que, ubicados en la ambigüedad de la existencia, son