Cuando utilizando la dialéctica de la inversión constatamos que las condiciones de posibilidad de “un algo” es lo que paradójicamente lo hace a su vez imposible –porque al realizarlo lo invierte- , podemos estar barrando definitivamente el sentido propio de todo cuanto hay, o como hiciera Derrida, catapultarnos al desafío del exceso, es decir de pretender decir lo que no puede ser dicho, o referido con propiedad, como un movimiento que nos permitirá desvelar la verdad sobre la verdad del sentido, que será intuitivamente la ausencia de sentido y por ello su presencia, como carencia, falta u ocultamiento. Si la deconstrucción derridiana consiste en esta “doblez”, tal vez estemos ante otro absceso metafísico en el inútil esfuerzo de negar la metafísica misma.