La lejanía nos niega la posibilidad de anudar las manos cuando la desventura parece una acechanza obsesiva, dejándonos ávidos del don de la ubicuidad y sacudiéndonos despiadadamente con despecho. Nada cabe hacer desde la impotencia de ser determinación corporal y limitada, más que desbordar empatía y compasión por aquel que, necesitándonos, añora nuestra presencia.
Lejanía
Publicado por Ana de Lacalle
Escritora alacallefilosofiadelreconocimiento.com Ver todas las entradas de Ana de Lacalle