Despotismo «democrático»: Pablo Hasel

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Sabemos que cuando algo llega a su límite se desborda, en forma de explosión que destroza cuanto haya alrededor, como un alarido intensamente rabioso que simultáneamente provoca la implosión de la cosa misma. Explosión por una presión súbita interna que vomita el malestar hacia afuera, o implosión por esa fuerza externa que de tanta insistencia destripa y revienta las vísceras de ese algo, saturado, vencido y rebosado. Mas, tremenda riada cuando la cosa o el algo mencionado es un humano que histérico, diríamos por ignorancia, está en su desquicio entre lacerar a otro o a sí mismo. Entonces, aún aditamos un juicio pernicioso sobre su agresividad y riesgo para la sociedad, o peor aún sobre la fragilidad que le ha inducido al amago de autoliquidarse.

Solo nos resta clamar por desborregar a la multitud para que cada uno, en conciencia, sea capaz de analizar en qué mundo vivimos y, si no es causa suficiente para trastorna a cualquiera, turbarlo hasta anularlo y provocar que sea el mismo rebaño quien lo expulse por su rareza.

Paradójicamente, como tantas veces ha mostrado la literatura amparada en la ficción, el raro era el único individuo sano que no pudo soportar la locura dañinamente contradictoria y malévola del sistema social que habitamos. De aquí que se nos plantee una dicotomía hamletiana: ser, aun acusado de “raro”, o no ser más que esclavo sin voluntad, ni coraje. Así los que opten por ser serán disueltos, y los que se conformen a no ser constituirán un eslabón necesario de esa cadena de exterminio.

¿Quién sigue pensando que la agresión que padecemos del sistema puede resolverse con la no-violencia, si el primero en agredir es el poderoso al que solo se puede neutralizar con un sablazo?

Para muestra, un botón

Pablo Hasel, domeñarse o prisión

Plural: 8 comentarios en “Despotismo «democrático»: Pablo Hasel”

  1. Así es, aborregamiento intransigente con lo que no cuadre. Y es paradójico que algunos llamen a nuestra era la del individualismo, cuando lo que se impone por la fuerza es la estandarización. Los raros, menos mal que existen! ¡Qué aburrido sería todo! Pero para los «grises» actuales, la diferencia es un crimen. En fin, tomémoslo como viene, disfrutando de los micro-oasis donde nos rodeamos de gente rara y bizarra. Lectura que no pasa de moda: el elogio a la locura de Erasmo. Buona giornata,
    A.

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