Revisión de un artículo publicado originariamente en LETRAS&POESÍA en 2019
A menudo reconocemos que la existencia parece estar “llena” si el sujeto tiene esperanza. Ésta acostumbramos a referirla de forma etérea, posibilitando que pueda contener diversos sentidos acaso por la dificultad de concretar: ¿qué espera el que espera?
Esa tonalidad verdosa que asociamos a la esperanza puede adoptar la forma del reino de los cielos cristiano, de un paraíso terrenal a lo marxista o simplemente la utopía de una sociedad en la que haya justicia, libertad e igualdad y, por ende, unas condiciones óptimas para la felicidad. La persistencia, que nos capacita para esperar, puede partir de la presunción de que el ser humano es bueno por naturaleza y que esa bondad le hace merecedor de una felicidad posible en esta vida, o en otra venidera. Sea como sea, la esperanza se vincula a una cierta concepción utópica que está por llegar, pero que luchando y esforzándose es posible hacerla real, entrando en contradicción flagrante con lo que significa el termino utópico.
Es necesario resaltar cómo en los inicios del SXXI se ha visto un resurgir de las distopías literarias y cinematográficas como críticas de ese intento de construir sociedades ideales que acaban siendo robóticas e inhumanas, por cuanto eliminan la libertad de pensamiento, decisión y acción de los individuos, para poder controlar todo lo que acontece; se sirven, además sistemáticamente, del engaño y la falsedad para garantizar el dominio de los sometidos.
En un sentido filosófico, la esperanza puede hacer referencia a algo cuya naturaleza nos es esquiva, intuimos su presencia, pero desconocemos su esencia y carece de accidentes que nos la muestren. Aun así, sentimos esa especie de canto erótico que ejerce sobre nosotros, tiñendo de verde el horizonte y otorgando fortaleza al sujeto, cuya mente se nutre de este esperar sin rostro. Puede ser real o irreal porque, al no pertenecer al ámbito de lo existente, no es de por sí contrastable y todas pueden ser el resultado de una necesidad acuciante de poseer un “algo” hacia el que elevar nuestra mirada. La espera, no obstante, para que cumpla su cometido debe ser incondicional, sin someterla ni al espacio ni al tiempo, porque si constreñimos y determinamos las condiciones de posibilidad, es decir, allí donde es posible la espera, estamos planteando simultáneamente la cuestión sobre dónde es posible la esperanza.
Este giro copernicano, este vuelco, nos llevaría de preguntarnos ¿qué esperamos cuándo esperamos? a inquirirnos ¿por qué hay esperanza cuando la hay y por qué no la hay cuando no la hay? Cuestiones sustancialmente diferentes si observamos que la planteada al inicio da por supuestas la esperanza y su correlativa espera, y el interrogante último reclama la justificación de la naturaleza de ambas.
Como hemos visto, constatada la esperanza, lo anhelado puede ser real o imaginario; lo que sí debe cumplir es el requisito de funcionar como un sostén e impulsor de la existencia. Así, el que espera, puede esperar cualquier acontecer que lo rescate de la desesperación y el vacío.
Por otra parte, si hemos constatado la imposibilidad de acotar un sentido universal de la esperanza, el intento de justificar más allá de una cierta observación empírica su existencia como algo tematizado deviene un esfuerzo vano. No podemos argüir argumentos que den cuenta de la presencia de la esperanza, tan solo podemos aducir constataciones de hecho de la existencia de individuos que esperan.
Sintetizando: ni sabemos si hay esperanza, ni qué contenido posee para el sujeto que parece tenerla. Simplemente, tenemos constancia de individuos que creen en ella y aguardan a que se realice, y además podemos indagar cómo influye la presencia de esta supuesta «realidad» en los que la experimentan. Pero simultáneamente tenemos conciencia de que hay individuos que sobreviven sin esperanza en algo mejor, que es tal vez un adjetivo adherido al término, sino por la necesidad que perciben que los otros, tan abandonados y vacíos como ellos, tienen de que alguien muestre fortaleza ante la adversidad: resistir o morir. Y hay quien resiste aunque tenga noción de que es lo único que está haciendo; tal vez porque eso proporciona coraje a los demás.
Buenas Ana… ¿qué tal todo? Espero que muy bien y con salud. Me ha gustado tu artículo, pues el tema es un tema «fuerte», y lo has abordado de modo interesante. La cuestión de la resistencia es una cuestión inquietante que a mí siempre me ha dado qué pensar. Igualmente, quería compartir con vos algunas reflexiones que me suscitó la lectura de tu texto. Primero, yo no estoy tan seguro que «espera» y «esperanza» sean sinónimos. Como si leer a Becket y a Dostievsky fueran lo mismo. No es lo mismo «esperar a Godot», que la esperanza en un acontecimiento religioso. Evidentemente, no voy a negar que existe relación entre la una y la otra. El esperanzado ejerce el acto de esperar, pero no sucede lo mismo al revés (al menos no siempre). Como vos muy bien lo comentas, se puede esperar sin esperanza… sería el ejemplo de la resistencia (como dice la canción que hizo famosa la película de Almodovar). Por otro lado, la espera sin contenido (empírico o noemático) no parece absurda, pues si lo que espero es algo que nunca aconteció aún, pero cuya posibilidad de acontecer no es total y absolutamente imposible, como pensara Platón, entonces la espera sin una representación tiene su sentido, en tanto precisamente eso: «inquietud», «deseo de lo infinito» (por citar a Levinas), «ansia», «angst»… para mí son modalidades de la espera, de una espera que es pura tensión, que es puro ejercicio, pura verbalidad y que nosotros no nos hemos construido y de la que no podemos desembarazarnos… En este sentido es interesantísima tu pregunta: «¿Por qué hay esperanza?» Yo también agregaría: ¿Se nace con esta inquietud o nos la inoculan nuestros padres (pensando en Freud)? ¿Es un estúpido el que tiene esperanza, un ingenuo, un ignorante? Son interrogantes muy atinados y que vale la pena replantearlos cada tanto. Gracias de nuevo por tu interesante artículo… mira todo lo que me hiciste pensar… Un beso.
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Hola, JuanPablo!!! También deseo que estéis todos bien dentro de lo que cabe «esperar». Hablando del tema. Gracias a ti por tu reflexión, que tengo q releerme junto con el post, pq aqui son las 21h y estoy ya espesísima. Pero me lo miraré porque veo que hay meollo en lo que aportas. Gracias de nuevo!!!!!
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