La Navidad es una reivindicación reiterada, aunque no queramos enterarnos, de la injusticia que implica que haya pobres, sin techo, que ante una situación muy precaria necesitan de la caridad ajena. No me imagino a un bebé recién nacido, tan solo con pañales, que nazca en un establo descubierto por varios laterales, en medio de una gran nevada, por mucho que el aliento de una mula y un buey le den algo de calor.
Paradójicamente, cantamos con alegría porque se presupone que ese niño es el hijo de Dios – eso depende de la fe de cada uno-. Sin embargo, a mí me encoge el alma la realidad: en ese momento en el que nos hartamos de comer en nombre de Jesús, hay millones de niños -que no son Dios- que desnutridos se han convertidos en huesos móviles, y sin la esperanza de que una larga cola de buenos samaritanos vayan a llevar comida, medicinas ni esperanza alguna.
Si Jesús, sea el histórico líder o el hijo de Dios, denunció y vivió junto a los más vulnerables y pobres ¿qué hacemos todos celebrando la miseria de un niño que representa a todos los niños del mundo?
Algo no funciona bien, seamos o no creyentes.
Noël l’alibi de l’homme adultère à toutes ses vertus
Ce confessionnal où il ne reconnait même pas ses crimes mais où il vient chercher leur pardon
dans l’abus d’un enfant..
Je n’aime pas Noël, Ana.
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