Los actuales partidos «de izquierdas»[1] no parecen comprometerse a mucho en materia de principios democráticos. En vez de atenerse a los conceptos, se aferran a las «necesidades prácticas» requeridas por la actitud defensiva del poder. De este modo: (1) No tienen empacho en seguir patinando despreocupadamente por la pista de la «monarquía constitucional», título que