Divagamos somnolientos con unas manos prohibidas que desinhibiéndose se posarán como un ungüento de seda acaronando las nuestras. Será ese el instante decisivo, en que le seguirá un abrazo contenido, un reconocimiento facial íntimo y un beso infinito teñido de una ternura inefable. Y tras ese deseo realizado, todo tenderá al final. Porque podemos fantasear
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“La razón humana tiene el destino singular, en uno de sus campos de conocimiento, de hallarse acosada por cuestiones que no puede rechazar por ser planteadas por la misma naturaleza de la razón, pero a las que tampoco puede responder por sobrepasar todas sus facultades.” Kant, 1ªed.Crítica de la Razón Pura. Y así nos perpetuamos,