Añoro ese sosiego, esa calma, ese desierto que conforman un lecho de silencio y soledad, desde el cual es posible contactar con la propia interioridad para esparcir la mirada al mundo. Erigirme desde una atalaya que me posicione como observadora atenta del acontecer, para escudriñarlo, deshojarlo y restituir, aunque sea desde el discurso, una alternativa