Alcanzar la lucidez sobre las cosas parece una quimera abandonada por la denominada era posmetafísica, aquella en la que denostado cualquier fundamento trascendente, se finge vivir COMO SI no los hubiera, de hecho. Es decir, afirmando la absoluta vacuidad de “algo” que pueda dar sentido externo al mundo, constatamos como a muchos se les desliza
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“Dios es lo que sobrevive a la evidencia de que nada merece ser pensado”[1] ya que “Es obvio que Dios era una solución y que nunca se encontrará otra tan satisfactoria”[2].Podemos así rumiar circularmente como un placebo mental, mientras no atinemos a apercibirnos de que “Dios es el por-venir de Dios. Dios, en sí mismo,
“Si el equilibrio, bajo todas sus formas, ahoga el ingenio, la salud, por su parte, directamente lo apaga” Sentenciaba el Santo Cioran. Sí, es el virtuoso de los incrédulos nihilistas que siempre los rescata sin necesidad de culto ni plegaria. Ensalza el ingenio como antagónico del equilibrio y la salud y, con él, cualquier manifestación
Ante la muerte de Dios solo cabe la reacción pasiva y decadente de los que creyeron en él, esos velaron la caída de la Ficción. El resto debía activamente proclamar la posibilidad de la Vida sin más allá, ni lenitivos edulcorantes. ¿Qué hicieron? Acaso aprovechar por su voluntad de poder la fragilidad ajena e imponer
¿Qué tipo de siendo es ese que, sin estancia propia, bambolea de la desidia al gozo como si la polaridad sostuviera la fantasía de una indefinición justificada? ¿Acaso sea el miedo a zanjar las posibilidades, creyendo que el tiempo nos espera y que la indecisión tiene cabida en la existencia? Un siendo que no es
Y si en un intento fructuoso lográramos ese instante de plenitud ¿habríamos atinado con argumentos irrefutables sobre el no-ser de la nada y la continuidad del ser? O quizás simplemente ¿hubiéramos trastabillado con un punto entre la nada, a su vez rodeada de otros puntos? Y siendo posible esto último ¿qué nos aporta al problema
Cuando agazapados en un instante, ejercemos toda la resistencia que nos ocupa para no abandonarlo, algo extraordinario está aconteciendo. Quizás tan solo eso sea la auténtica Vida.
Existe una idea recurrente a lo largo de la historia de la filosofía, que en tiempos duros como estos no puedo evitar recuperar. Desde los griegos, parece que algunos filósofos han coincidido en distinguir dos tipos de hombres: los que han visto por su habilidad más elevada que la mayoría, hombres sabios, despiertos, más desarrollados,
Deslizarse desde una suprema altura sin resistencia, abrazando el instante y absorbiendo con el cuerpo el aire que libera. Al límite, entre el hilo sedoso que une ser o no ser, a punto de disipar el dilema hamletiano. O tal vez mostrando su ausencia ya que, finalmente, ser es no ser la condición necesaria, la
Sería un gran absurdo publicar un post que no contuviera texto o, en otros términos, fuera una “página en blanco”. Quizás podría interpretarse, no como el agotamiento de quien subscribe estas letras sino como la invitación al lector, bajo el título del post, a verter su propio texto. También, obviamente, como el bloqueo de una