El hombre contra sí mismo

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Debemos asumir que el hombre es un ser fundamentalmente paradójico. No hay comprensión posible sin esta premisa. Esto podemos observarlo no sólo atendiendo al humano como especie, sino cotidianamente en cada uno de los individuos que nos rodean y, si nos miramos al espejo, en ese otro yo que nunca queremos reconocer.

Sobre esta dualidad difícil de admitir hay extensa literatura que da cuenta de ella. Desde el Dr.Jekyll y Mr Hyde, hasta los cómics divulgativos de la Masa verde. Aun así miramos el hecho como algo ajeno que les ocurre a algunos humanos, sin ser capaces de percibir lo que esta paradoja tiene de universal.

Intentamos mantener las formas en relación a la vida que socialmente llevamos, pero brota en nuestro interior una amalgama de deseos y anhelos que nos llevan secretamente a hacer lo que querríamos, esquivando los formalismos sociales. Esta doble vida lleva a algunos a una situación pseudoesquizoide: querríamos ser lo que debemos ser, sin necesitar nada más, pero no podemos dejar de querer ser lo que bulle desde el interior y que niega radicalmente lo que aparentemente somos.

La vida es compleja, afirmamos a menudo, sin poder reconocer que los complejos somos nosotros mismos, que la cobardía lleva a la infelicidad y que no podemos vivir mucho tiempo enrocados en el  debería, sin acabar vomitando los hígados.

¿De qué me sirve conservar el estatus y la apariencia social si pierdo la vida? Cuestión parecida a la del joven rico que prefiere conservar la riqueza aunque por ello pierda la vida.

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