El Otro puede mutarse antagónicamente ante nuestra turbada mirada, oscilando peligrosamente de su ser benigno a una nebulosa impostura amenazante. Esta metamorfosis, a veces casi repentina, puede ser un delirio de nuestra mente atormentada o, aunque parezca extraño, ser el resultado fáctico de quien finge y olvida quién es ante cada otro con el que interacciona. Esta confusión, propia o ajena, desemboca en un resquebrajamiento de la confianza y, por ende, del vínculo que hubiere, porque lo único que estamos legitimados a exigir, a quien le entregamos lo que somos, es su auténtica trasparencia.
Excelente.
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