Se puede palidecer a causa de espantos diversos: un virus inoportuno que sacude nuestro sistema inmunológico, un acontecimiento moralmente execrable …y también por un estado de temblor nuclear, ante la incertidumbre de qué hacer con ese pálpito que cobijamos en las cuencas de las manos que denominamos vida. Sea como fuere, lo que socava nuestro equilibrio vegetativo no es únicamente un ataque de bichitos microscópicos, sino asuntos de naturaleza visibles ante los que sentimos la intensidad de la impotencia humana ¿Qué puedo esperar? Se cuestionaba Kant. Hoy, sabemos que minucias, gestos de buena voluntad que tan solo evidencian la insignificancia del individuo inmerso en un oleaje ontológico y ético –por ende, político-