Ayer tuvo lugar en Barcelona, organizado por el Centro de Cultura Contemporáneo, un diálogo entre Fina Birulés y Judith Butler, moderado por Marta Segarra sobre “El lío del género. Por qué los cuerpos importan”, en el cual se debatió sobre cuestiones que brotan de la propia vida de los individuos y de su interacción con
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Recuerdo vagamente haber sostenido, hace algunos años, que la vuelta de tuerca en relación a las denominadas patologías o enfermedades mentales deberíamos situarla tal vez en la diferenciación entre los verbos estar y ser. Quizás esta reflexión sirva a la vez para que se entienda por qué considero contraproducente disolver las enfermedades mentales en la
El lenguaje mediante el que construimos nuestra percepción del mundo nunca es neutro. Y no entraré en la cuestión complejísima sobre la relación pensamiento-lenguaje, sino que me limitaré a partir de la premisa de que su imbricación es de tal calibre que lo que no cabe es disociarlos. Partiendo de este supuesto, creo que bastante
La diversidad debe ser asumida y respetada, y mal vamos cuando tropezamos con quien se fija en las contrapartidas y cuestiona la riqueza que aporta dicha pluralidad. Por esta razón, cuando nos obcecamos o idolatramos una única perspectiva del mundo, corremos el riesgo de hundirnos en la ciénaga del dogmatismo. Que una determinada cosmovisión nos
Las estrategias de dominación –que ya analizó en su día Max Weber- se han transformado en operaciones subrepticias que trascienden la conciencia del sujeto. Así, la progresiva atomización de la sociedad en grupúsculos que defienden intereses propios y la parcialización de la identidad individual, devienen mecanismos que evitan revueltas o rebeliones más globales y nucleares.
Hoy, todo se muestra diverso, indefinible y posible por impostura social. Esa multiplicidad conduce a la anomia falazmente ya que en lo relevante y decisivo lo reglamentado es rígido y parcial. Así, quizás esa elástica tolerancia –que en cuanto ilimitada no es más que indiferencia- es la capa aparente que genera una sensación subjetiva de
Apostados en el preámbulo de un año que no se avecina nuevo –sino repetitivo hasta la saciedad- nos sostiene la resignación de haber asumido que las heridas son cortes raudos de cuchillas afiladas, pero que la profundidad de las llagas requieren tiempos cautos y pausados de cicatrización. Así, deseamos a quien corresponda –y la conciencia