Su cabeza estaba henchida de algoritmos perturbadores. Llevaba horas incontables sentado frente a esa pantalla, que empezaba a espejearle. Los pseudocódigos iban paulatinamente perdiendo su significado estricto y se metamorfoseaban en reflejos y sombras huidizas que nada parecían indicarle sobre el lenguaje de programación. Los diagramas de flujo eran, ahora, planos de un gran edificio
Etiqueta: relato
Sentado en un banco, rodeado de árboles con troncos escamados y hojas aladas y largas, Karlos se aferraba a un libro, que tenía entre las manos, de tal manera que vivía ajeno a sí mismo. Se percibía investido de una heroicidad que le hacía sentirse alguien importante para los otros. Esa ansia de reconocimiento que
Su amigo invisible era único, como el de cada cual, uno e intransferible. Se sentía afortunado de tener a alguien para él solo, entre otras cosas porque pensaba que solo le sucedía a él. Alguien mediocre, a veces ninguneado que era premiado, por no entendía que fuerza del Universo, con un amigo especial. La peculiaridad
Llovía con intensidad y rabia, aunque lo que se precipitaba desde el cielo más que agua parecían agujas finas y punzantes que los transeúntes esquivaban, o en su caso gritaban a causa del aguijonazo. Era como si se hubiese desatado la ira de dios, esa de la que tanto habla la biblia. La gente asustada
Los bosques espesos tienden a ocultar la diversidad de elementos que en ellos se hallan. Ese fue el motivo por el cual James decidió cambiar su hábitat y, huyendo aterrorizado de la urbe, se trasladó a un lugar anónimo. Construyó una especie de cabaña con ramas y maleza, buscó la manera de apañar un lecho
Ana de Lacalle (España), Autores, Cuento 8 diciembre, 2019 Ansiosa me negaba a traspasar el dintel de la puerta de mi habitación; esa que espejeaba trágicamente el tumulto interior que me azoraba. Me había impuesto un propósito y de su cumplimiento dependía que se desmoronara ad infinitum mi autoestima. Por ello, asida con rabiosa tenacidad al estante
Nos han arrojado al mundo sin poder ser consultados, ya que propiamente no éramos. Tardamos años en entender cómo funciona este entorno, a veces amoroso, otras áspero, agrio y peligroso. Y cuando hemos incorporado los mecanismos del sistema y hemos sido culturizados, nos acechan las preguntas de por qué, para qué. En definitiva nos cuestionamos
Se deslizaba sinuosamente bajo la mesa del comedor, enredándose como una hiedra entre las patas de las sillas, con sumo cuidado para no romper el silencio que destilaba la sala. Era menudo y hábil, lo cual le otorgaba una ventaja adaptativa en el entorno de crispación en el que se hallaba. Parecía el niño serpiente,









